Otro de mis episodios de realidades construidas.
Las que dependen solo de los amorosos fantasmas que, por impulsos, trato de conjugar con mis sentidos para aferrarnos a no perderla.
Esta vez, tenía colores pastel, como queriendo aparentar tranquilidad,
pero estrujando el alma, generando vacíos, rompiendo mi calma.
Fue como un torbellino, literalmente.
Todo en segundos.
De pie, la corriente de viento dejada por el avión, me voló la cabeza.
Otra vez, perpetua agonía.
Escuché mi ruido interno; el del aire, el viento; las voces que no decían nada pero, en unísono silencio lo decían todo.
Entre líneas: lectura, ternura, recuerdo;
estampa, ambrosía y fotografía:
de colores, de sensaciones; del pasto, de la brisa, valiente celosía.
Desperté y olí,
Apendejado, de nuevo sentí.
Esa fragancia tan burguesa, característica de nadie, relacionada con el contexto, con el de su estadía.
Y aunque haya sido de alguien ajena, es la acotación perfecta,
es recordarte con mi melomanía,
reparto de hipocresía.
En el olfato, siempre los perfumes. Luego en el paladar, humo de cigarro y finalmente el embrujo más amargo. Con la vista.
Después de cinco segundos que duró el recuerdo, entretejido y divagando. Después de sensaciones en los cinco, los sentidos se volvieron y entre cuatro, escupieron al uno descubierto.
Pude ver que, aunque había de todo, la realidad, amarga como ajenjo; la realidad era ella.
Era vacío.
Otra vez se había ido.
Fotografía por Thomas Listl
Sociólogo, músico y disque escritor amateur.
Participé en la exposición del Museo de Arte Moderno: “Re-creaciones entre el juego y el arte”.
Escribo para Argoonautas.