Era una noche de 1968, me encontraba en mi departamento en un octavo piso. Mi novio estaba bañándose mientras yo cocinaba rábanos asados al romero para la cena. Cuando terminó de bañarse, mi novio se cambió y salió a comprar una botella de vino al supermercado que quedaba a unas cuadras del departamento. Era nuestro aniversario, cumplíamos dos años de ser novios. Mientras él iba por el vino, quise sorprenderlo decorando la casa con velas.
No sabía que Dios nos vigilaba. Quizá Dios nunca vivió un romance como el que tuve con Charlie Kaufman.
Charlie regresó con el vino. Al entrar se sorprendió de lo rápido que había decorado, me tomó de la cintura y nos besamos como lo hacen todos los novios. En el tocadiscos se escuchaba All the things you are de Charlie Parker.
Terminamos de cenar fascinados con lo rico que fue, nos fuimos a la cama a que el amor nos hiciera. Las ventanas del cuarto estaban abiertas para observar la ciudad. ¿Por qué Dios nos miraba? El acto se llevaba en un armonioso movimiento de su pelvis atrás y adelante, mientras mis jadeos parecían rezos. Un movimiento hizo que me percatara de un objeto en la ventana. Para no interrumpir el encuentro, no dije nada. Un dron nos espió por la ventana. Sigo pensando que era Dios que quiso observar el amor. Un amor que terminó tres semanas después.
Extraño a Charlie Kaufman. Quizá cuando lo vuelva a ver me enamore nuevamente como un bucle del amor que observó Dios desde un dron.
Fotografía por Fernando Sarano
Escribo por gusto, siempre he pensado que las letras logran penetrar el alma.
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