Dios humano

Tiempo atrás leí esta frase de Elvira Sastre que en mi mente se quedó grabada: “Te vi follar y fallar y no sé cuándo me gustaste más: si cuando te contemplé proclamándote diosa o cuándo te observé confesándote humana.” Jamás imagine que esas lineas eran una predicción a lo que se volverían mi realidad.

Hace 16 días acorte nuestra distancia, esos 700 kilómetros los desparecí, pues viajé hasta donde te encontrabas, algo sumamente imposible cuando lo propusiste, pero llegaste a mi vida a retarme, a lograr que me lance al vacío sin saber lo que podré encontrar con cada paso que me haces dar. Pasaste por mi al aeropuerto y tu confirmé que tu presencia sigue imponiendo, no sé como reaccionar, muy pocas personas provocan eso en mi y tú lo haces en mayor medida.

Cuando ya estábamos en tu departamento te propuse dar inicio a lo que en gran parte me trajo hasta ti, cerraste la puerta y frente a frente los besos aparecieron, esos besos rápidos que hacen que mi entrepierna se moje. Nuestra ropa salió volando, los dos estábamos desnudos, ansiosos de unirnos, te acostaste en la cama, abrí mis piernas y me puse cómoda sobre tu cuerpo, el ritmo era lento, me tomabas de la cintura para dirigirme un poco, era simplemente delicioso. Sentir después tu cuerpo sobre el mio y ver como me follabas me hizo contemplarte como un Dios, hecho que me motivó para dirigirme hacia tu entrepierna, ahí donde me perdí por un tiempo hasta verte terminar.

Descansamos un poco, desnudos, viendo hacia el techo de tu recámara, decidiendo que más haríamos por la tarde y fue algo tranquilo, compartiendo un poco sobre nuestros intereses, gustos, aunque mi timidez seguía luciendo entre nuestras conversaciones.

Más tarde el cansancio apareció y decidimos regresar a tu departamento, cenamos y nos alistamos para dormir, jamás imagine que sería a tu lado… apagaste la luz. Durante la madrugada desperté varias veces, giraba la cabeza hacia la derecha para buscar a la persona que estaba a mi lado y ahí estabas, una luz tenue entre la oscura y fría noche enmarcaba tu silueta, tu respiración era muy tranquila y eso me hacia conciliar de nuevo el sueño.

Por la mañana, abrí los ojos y ahí seguías, abrazando una almohada, tu rostro proyectaba una paz y tranquilidad que estando despierto no había notado, en ese momento te contemplé confesándote humano. Durante varios minutos traté de descifrar tu historia, esa que no me haz logrado revelar, pero que por una extraña razón siento que ya conozco.

Pasamos entonces gran parte del día juntos, hasta que llegó ese momento que no quería que llegara… la despedida, pues no sabia hasta cuando te vería de nuevo y sentía que me hizo falta tiempo para aprovecharte, Con un abrazo de varios segundos te agradecí las atenciones que tuviste hacia mi, disculpándome también por mi timidez, esa que me privo de varias acciones que me habría gustado realizar. Ese abrazo me llenó de tu energía y aunque sé que quizá tu no sentiste lo mismo, mi alma decodificó que la vida es sabia y que por algo nos cruzó, aunque hasta la fecha aun no logro comprender el por qué o para qué.

Salimos entonces rumbo al aeropuerto, el camino fue largo y mis ojos no paraban de ver el atardecer, la luz del día se desvanecía entre una oscuridad, esa que me recordaba que debía regresar a mi vida real, esa en la que hago felices a los demás.

Fotografía por Jocelyn Catterson