—¿Sabes? Odio las historias que usan guiones.
—¿Por qué?
—Porque necesitas pensar en la psique de cada personaje para que todos suenen diferente.
—¿Cómo pueden sonar diferente si ni siquiera tienen voz?
—Ese es el problema: tú les das la voz.
—En mi cabeza todos suenan igual.
—No deberían. Además, la voz de las mujeres es más aguda que la de los hombres.
—¿Y si es una mujer de voz grave?
—Lo compones con algo como: la mujer tenía voz de hombre.
—¿Propones que una mujer tenga el mismo tono de voz que un hombre?
—Bueno, entonces: tenía voz como de hombre.
—¿Y cómo es la voz de un hombre?
—Grave.
—¿Y si eres sordo?
—Entonces te compadezco. Los libros se hicieron para disfrutarse con todos los sentidos.
—Claro que no. Es únicamente lectura, punto.
—¿Sólo lectura? No lo creo. Hay libros que se pueden oler y degustar.
—¿Como cuáles?
—Todos, dependiendo desde qué perspectiva los leas.
—Pura mierda. Oh, mírate.
—¿Qué?
—Estás usando guiones para escribir eso.
—¿No suena lo suficientemente real para ti?
—Déjame verlo… Sí, suena justo como la charla que estamos teniendo.
—De eso se trata escribir.
—¿De qué?
—De hacer una copia de la realidad, pero con texto.

Fotografía por Ludwig van Borkum