Por fin luego de mucho tiempo logre tener un día libre, por lo general el trabajo de fiscal casi nunca me permitía de disfrutar de esos días y en el mejor de los casos lo único que podía hacer era aprovechar para limpiar mi casa y dormir. Pero decidí que luego de tantos juicios violentos la única forma de mantener mi cordura era alejarme ciudad al menos un día.

Cerca de la ciudad en la cual vivo había uno de esos parques para picnic el cual siempre estaba a reventar los fines de semana, quedaba a aproximadamente unos 90 Km del hospital de la ciudad (el último  edificio antes de salir a la carretera). Contaba con algunos senderos para dar paseos y un lago artificial.

Nunca vi verdaderamente cual era la gracia de ir a esa clase de lugares, a diferencia del campo los senderos eran bastante cortos y no variaban mucho los unos de los otros, y el lago era más bien un charco de algunos metros de profundidad con truchas, sardinas y una que otra carpa en él. Pero necesitaba cambiar de ambiente aunque fuera por un solo día, así que arme una pequeña canastita con unos cuantos sándwiches, algo de limonada, pase por él supermercado comprando una bolsa de caramelos y me dispuse a disfrutar de un día de campo.

Lo primero que note al llegar era que a pesar de estar a mediados de Mayo,  con excepción de mí auto y el del guardabosque había únicamente otro auto estacionado, caí en la cuenta que era un miércoles y no es muy normal el asistir a esta clase de sitios a mitad de la semana, no le di mayor importancia, incluso considere algo bueno la ausencia de tantos turistas en el lugar, estaría más callado y me permitiría relajarme un poco más o al menos intentarlo.

El día transcurrió como supuse lo haría: Llegue, deje mi canasta de picnic sobre una mesa y recorrí el sendero más corto del circuito del sitio de acampado. Ahí me encontré con los dueños del otro auto, una familia compuesta por dos niños y sus padres, su compañía me pareció agradable, los padres mantenían una conversación interesante y los niños estaban bastante bien educados, me pareció buena idea sugerirles el almorzar juntos y ellos aceptaron, luego de almorzar los niños querían pescar, los padres me preguntaron si deseaba acompañarles y aunque ya era un poco tarde accedí acompañarles.

Cuando dieron las 5 de la tarde me despedí de los padres y me dispuse a irme del parque, guarde los caramelo (los cuales no había ni abierto) y un poco de limonada sobrante en el asiento delantero de mi auto y note que los niños estaban gritando para ver quién de ellos causaba más eco, me pareció un ejercicio divertido así que imitándoles yo también grite, pero por algún motivo mi voz a diferencia de la de ellos no causaba ninguna clase de eco, creo esa debió ser mi primer señal de que algo no andaba bien.

Sí no hubiera charlado con la familia durante el recorrido, ni me hubiera distraído en el lago pescando con los niños también habría notado como a la lejanía en la montaña una mancha negra se hacía cada vez más grande y como se escuchaba entre el silbido del viento, escondido detrás de la risa de los niños, una especie de aullido bastante macabro.

Cuando abandone el campo de picnic el sol iniciaba a caer, trate de poner algo de música en la radio pero por algún motivo solamente sintonizaba estática. No solía manejar ningún CD en el auto por lo cual la autopista estaba en completo silencio con excepción del motor de mi auto. Inicie a sentir sueño bastante pesado, supuse se debía a los sándwiches que había comido en el almuerzo, alcance la bolsa de caramelos que tenía justo a mi lado y me lleve un puñado a la boca,

el efecto del azúcar no parecía ser suficiente por lo cual lo combine con un trago de limonada pero el sueño era cada vez más pesado, no podía luchar contra él trataba cada vez más fuerte de mantenerme despierto pero se me hacía una tarea titánica, considere detenerme al lado de la carretera para descansar y luego continuar el viaje cuando de pronto lo escuche: Un aullido.

No era un aullido como el de un perro y estaba bastante seguro así no sonaban los lobos, iniciaba grave como una especie de grito apagado y se alargaba como un chirrido. Seguí conduciendo, aparte mi mirada de la carretera un momento y giré mi cabeza hacia la ventana y en el horizonte, apenas parecía estarse moviendo, pero se podía discernir una mancha oscura corriendo encima de una de las colinas, el aullido volvió a sonar, está vez más cerca y al mismo tiempo la mancha se hacía cada vez más grande. Al verlo me desperté un poco, de un sorbo me termine la poca limonada del vaso e inicie a comer los caramelos lo más rápido que podía, pero el sueño era cada vez mayor.

La mancha ya no era más una mancha, era la silueta de una especie de animal parecido a un oso pardo el cual se acercaba cada vez a mi auto, el aullido se volvió a escuchar, parecía venir de todas partes. El miedo y el azúcar de la limonada y los caramelos me mantenían despierto, no sabía qué demonios estaba sucediendo, que era esa cosa o porque me perseguía.

Presione el pedal, me invadió un sentimiento de pánico y por algún motivo pense que si llegaba a la ciudad lo antes posible, lo que fuese esa cosa me dejaría de perseguir. La velocidad de mi auto aumentaba vertiginosamente y me pareció que estaba en un proyectil mínimamente controlado. Más allá de cualquier límite de seguridad me aterrorizaba la idea de que la carretera dejase de estar sola y terminara embistiendo a otro auto o a un camión.

Pero incluso a través de ese miedo, un cansancio helado se logró filtrar por mi columna. Mis ojos se sentían pesados, estaba completamente adormilado. Por un momento volví a dirigir mi vista hacia la ventana y el susto me despertó. No podría describir exactamente lo que vi, esa cosa era una especie de lobo del tamaño de un oso pardo, sus patas delanteras eran como de un caballo y las traseras se parecían a las de un ciervo, su cuerpo estaba rodeado con un aura oscura y corría a una velocidad increíble justo a mí lado.

Lo rodeaba un aura oscura, dentro de la cual se veían puntitos encendidos, como una especie de estrellas, y el aullido que escuche antes seguía repitiéndose una y otra vez, cada vez más fuerte. El sol de la tarde ardía en el cielo pero la luz no parecía hacerle ningún efecto, con excepción de los puntitos, la oscuridad que lo rodeaba era absoluta.

Observando a esa cosa justo a mi lado y viendo los puntos blancos que rodeaban su aura oscura, me sentí adormilado otra vez. Ese animal corría junto a mi , pero acercándose cada vez más al auto, en diagonal. Presione aún más el acelerador, el auto se sacudía agresivamente a mi alrededor. Me estaba acercando a los 200 Kms, lo máximo que el auto podía ofrecer. Estaba a punto de dormirme cuando el incesante pitido de un camión me despertó.

Gire el volante a tiempo para no estrellarme contra el camión, esa cosa lo atravesó, como sí no fuera algo físico. Perdí el control de mi auto e inicio a dar vueltas por el aire. Sentí como el viento estalló a mi alrededor cuando la tormenta de doscientos kilómetros por hora arremetió contra mi ropa y cabello. Pero nada de eso importo, esa cosa arremetió contra la puerta rompiéndola y el frío que inicio a sentirse de forma instantea no puede ser comunicado con simples palabras.

La descripción más exacta que puedo dar es la de que te caiga un balde de agua completamente fría mientras estás en el patio a una temperatura de -4 grados en un día de invierno de esos en los cuales nieva como sí no hubiera un mañana, era tan frío que sin entrar en contacto directo sentía un dolor en mis músculos, como si toda vida los abandonara.

Miré hacia el velocímetro y noté que la aguja estaba enterrada ilegiblemente en la banda plástica roja, y sentía la sábana pesada del sueño caer sobre mí mientras la silueta trataba de tomarme por los brazos pero fallaba en alcanzarme por las vueltas que daba en el aire el vehículo. El auto cayó, el golpe fue fuerte y sentí como el volante golpeo mis costillas, no sé cómo pero logre abrir la puerta e inicie a correr, me dolía el brazo cada vez que trataba de moverlo.

A menos de 50 metros se encontraba el hospital, corrí lo más rápido que pude y justo detrás, esa cosa corría tratando de darme caza, sentía como estaba a uno o dos pasos de alcanzarme, esa sensación de frío era constante y sus patas delanteras rozaban mis talones, entre al parqueo del hospital y sentí como la temperatura regresaba a la normalidad, voltee a ver y esa cosa ya no estaba , entre a la sala de emergencías y sin decir nada, ante la vista de todos los presente, me desmaye.

Desperté en la unidad de cuidados intermedios algunos días después. No le conté la historia real a nadie, por supuesto, pero los doctores tuvieron suficientes distracciones. Aparte de haberme roto el brazo y dos costillas, de alguna forma había perdido un número de electrolitos, sales y glucosa tan alto que se sorprendieron lograse llegar al hospital corriendo, atribuyeron mi coma a una especie de ataque de hipoglucemia agudo sumado al traumatismo del accidente de coche.

A día de hoy sigo sin saber qué era esa cosa o porque me eligió, pero agradezco me haya perseguido a mí y no a esa pobre familia. Sea lo que sea, sé que aún está ahí afuera, en el campo abierto, y estoy seguro que ha estado ahí desde antes que los automoviles llegasen. Me dieron de alta unos días después y me recomendaron tomarme unos días de reposo, el doctor me dijo que lo mejor sería salir a dar un paseo por el campo, pero luego de esta experiencia no creo vuelva a salir nunca más a tener un solo día de campo.

Fotografía por Michael Dietrich