Cuatro minutos

Cálido resplandor, fue así como se sintió tú retorno, confieso que no esperaba que algún ser humano pudiese matar aquel amargo y agrio sabor del orgullo que la totalidad porta. Pero tenías que llegar tu, cuatro minutos pediste, de los cuales yo sabía que podría entregarte todos los que caben en el día, rompiste paradigmas y prejuicios establecidos en una mente desilusionada por tu ausencia. Cuatro minutos y un atrevimiento tuyo bastaron para retomar el camino que deslumbras, aquel que sin tu presencia, siendo aún poco tiempo, se sentía desolado y sin rumbo. 

Ahora en tu retorno, lo digo sin escrúpulos y con emoción, ¡vaya regocijo que siento al verte pasar por esa puerta!, deleite de mis vista el admirarte, de mi olfato el respirarte al saludarte y de mi tacto al rosarte. Dichosa tu, qué no imaginas la locura emotiva que me provocas al aparecer a lo lejos, con prendas normales como siempre para ti, pero tan linda como nunca para mi. 

Fotografía por Pierre Wayser