Cuando tenga ganas de ponerme feliz,
recordaré las veces que teníamos cuatro manos para hacer un té.
Cuatro pies para bailar un tango.
Recordaré las dos lenguas con las que nos cosíamos versos al paladar.
Y el mar de espaldas que no nos dejaban naufragar.
Aquellas noches que llovía adentro y afuera,
Afuera era agosto,
adentro, tuyo.
Cuando tenga ganas de ponerme feliz,
recordaré aquellos tiempos
para inevitablemente después
ponerme triste.
escribo porque no tengo para el psicólogo.