Encontré en un papel una carta que escribí hace un año, un catorce de febrero. En ella escribí lo desesperada que estaba por haber fracasado en el amor una vez más.
Leerla me recordó lo mal que la estaba pensando en ese momento, los días tristes, donde no dejaba de aferrarme a un amor que fue muy corto. En ese instante no podía entender por qué terminó, pensaba que quizá yo había hecho algo mal o que no fue suficiente para ti todo lo que vivimos.
Después entendí que buscar respuestas me lastimaba y deje de hacerlo. Me estaba ahogando y como una bocanada de aire fresco, comprendí que hay historias que ya tienen escrito su principio y su final.
Pero la vida y el amor mismo son un misterio, donde no hay nada asegurado. Sin embargo, me alegra el corazón saber que en todo el mundo hay valientes como yo que aún están abiertos a llevarse por el caos y la libertad.
Creo que el propósito de aquella carta fue dejarme ver lo lejos que he llegado desde eso días obscuros. Tenemos el deber de hacer un recorrido en el tiempo para poder darnos cuenta de no somos los mimos de hace un año, ni siquiera nos parecemos a quienes éramos hace una semana.
Los más reconfortante del cambio es que siempre trae consigue nuevos amigos, incontables historias y la oportunidad de ser mejor cada día. Ahora abrazo el cambio, disfruto de él cada segundo porque me recuerda que vale la pena estar viva. Porque darte cuenta de que tu futuro depende de ti da miedo, pero nos regala una inmensa sensación de libertad.
Por primera vez en mucho tiempo mi emoción por la vida supero el miedo de vivirla y he decidido que aceptaré las posibilidades que trae consigo esta abundante alegría.
Fotografía por Katie Silvester