Enredado en tu sonrisa, tomo mis precauciones. Con una mirada infantil recorro el espacio, alejándome de tus ojos constructores de sueños. Hablemos de la eternidad y nuestra incapacidad por ser parte de esta. Estamos condenados a ser mortales, doy gracias por ello. ¿Qué habría de bello en la eternidad si tuviéramos que soportarla con cuerpos estúpidos? No, no, la eternidad no. Mejor hablemos de la complejidad que hay en el tono de tus palabras arrastradas. De los instantes que mueren sin funeral. De los recuerdos aplastados por el silencio.
Dan ganas de odiar el viento donde no reside tu aroma, separarme de todo aquello que me robe el tiempo que podría aprovechar calibrando el calor de tu piel. Dan ganas de intervenir en todos tus días, y poco a poco, devorarnos los corazones. Así, como si no tuviéramos miedo.
Fotografía por Daniel Comeche
Todo es mentira.