Son muy tristes las despedidas, sobre todo cuando la persona no ha muerto; es un duelo distinto pero no menos doloroso. Marie Curie, por ejemplo nunca se imaginó que vería a su Pierre por última vez aquella mañana y que después estaría frente a su cuerpo ensangrentando, llorando sin piedad. Yo, en cambio, creí que esa última vez que nos enrollamos entre las sábanas, ese domingo nublado en donde la lluvia amenazaba, esa tarde en donde me quedé dormida en tu pecho mientras tú veías una película; como Marie tampoco alcancé a atisbar que tú, así como la lluvia, amenazabas con dejarme.
Durante casi dos años te he esperado horas mortales, he esperado un mensaje, una llamada. Sedienta, esperaba a que algún día dijeras que que querías verme. Hay noches que lloro genuinamente, sin ningún estímulo, es decir, no lloro escuchando canciones melancólicas o leyendo conversaciones pasadas, lloro así, porque te extraño, porque dentro me cruje el corazón, extraño incluso “la nada” eso que nos pertenecía, esa nada que fue complice pero que también nos destruyó
¿Me iba a imaginar que esa sería la última vez que me abrazarías? ¿cómo iba yo a imaginarme que aquella noche en la que fui a verte sería la última en la que te apretaría de la mano mientras cogíamos?. No me pasó por la cabeza, porque después de eso me dijiste que no podrías dejarme.
Te extraño todos los días y no puedo reemplazarte por más que lo intente, no quiero empezar a olvidarte aunque tú ya lo hayas hecho.
Marie Curie, decía en su diario que ella no iba a poder seguir sin Pierre, porque era grandioso, porque era una mente brillante, porque la había elegido; el amor de ella hacia Pierre era puro, no dependía de nada. Yo te puedo decir que el amor o cariño que te tengo es igual de puro, no tan brillante porque yo no soy una mujer valiosa ni espectacular, pero te quiero sobre muchas cosas, incluso te quiero más allá de tu ausencia.
Parece que todas las veces que toqué el tema sobre el temor feroz que sentía por perderte para siempre se hizo realidad, no quería nada de ti, incluso podría verte de frente y decirte lo mismo “no quiero nada de ti, ni tu lástima, ni tu amor, solo quisiera saberte presente”. ¿Te acuerdas cuando ya no éramos nada pero sabíamos que nos queríamos y que de alguna forma nos teníamos? bueno, pues me come las entrañas que ya no quede nada de eso, más que el polvo, más que los restos de los que siempre hablo al referirme de ti.
Marie Curie jamás pudo recuperar a Pierre, después de su muerte ella tampoco pudo recuperarse, solo logró tener un poco de Pierre, cosas significativas como su reloj o su cartera. Yo no tengo nada tuyo más que el recuerdo; por eso me encargué de que tú si te quedaras con algo mío para que en algún momento recordaras. Gracias por ser mi mar y mi ancla, gracias por aún quedarte en mi memoria, te pido por favor que no desaparezcas de ahí, porque estoy segura de que no lo soportaría. Gracias por inspirarme a seguir escribiendo y a llorar cada vez que lo hago porque es aquí cuando sé que todavía me queda un poco de ti, gracias porque sin ti no podría nadar en lo más oscuro de mi corazón y aunque sé que son aguas peligrosas, aquí me tienes y me vas a tener siempre. Y mientras te quedes ahí, seguiré escribiendo, la angustia, el desánimo, y el amor profundo que te guardo.
Aún si volvieras a aparecer cualquier día, a cualquier hora yo estaría ahí, porque te lo prometí; no sé en que circunstancias pero no suelo romper las promesas que hago con tanta convicción. Tu no me rompiste, solo quebraste ese hilo que sostuvo lo que nos dijimos mucho y eso cariño, eso es lo que me sigue doliendo. No me duele que estés con alguien más, porque no te quiero para mi, no me duelen muchas cosas, solo me hiela la sangre que no estés, que te vayas para siempre, me sostiene del cuello esa idea ridícula de no volver a verte nunca más.
Fotografía por Martin Canova