Colocado, dopado o como me quieras llamar

Sigo pagando con dolor
mis brotes psicóticos de tristeza
provocados por el recuerdo
de tus labios en la mesa.
Listos para el desayuno,
me incitaban a rondarlos
con la punta de mi lengua.
Ahora que aquello es pasado,
no queda más que repasar
el minibar hasta el vértigo,
y tomar ansiolíticos a fin de mitigar
estas bestias ansias nocturnas
de mandarte un mensaje, cariño.

Fotografía: Delfina Vazquez