Recostados bocarriba, con su mano izquierda, mirándonos desde un plano aéreo, bombea mi miembro flácido. Cuak cuak, siempre los patos son dos líneas convergentes que vuelan sobre nosotros, una “V” en donde el que avanza en el vértice una vez que se cansa es reemplazado por otro, un vaso de whisky se termina y otro se llena.

Me contaba sobre una serie de televisión que yo no conocía. Me sudaba la frente, no quería que supiera que no sabía de lo que hablaba. Claro -decía yo- mientras gotas infinitas escurrían desde mi cabeza hacia la almohada. La garganta se me cerraba y preguntaba sobre mi pez.

Estaba tan preocupado que el pez se me escapaba por una oreja hasta el piso. Se agitaba con fuerza y golpeaba la duela, yo rezaba por dentro que se callara.

-Chúpame mejor, ándale- me dijo.

El pito se me ponía duro y me daba cuenta que se ponía contenta. Nervioso le pedía que me soltara. Le besé las tetas y lamí a mi leona, su melena era una llama en medio del pastizal.