Choque de planetas.

El clima cambió pero no es relevante, en esta estación (cuando aún estábamos juntos) lo único que me tenía al vilo eras vos. En la adolescencia me había prometido no ser así, pero me pido perdón. Caí en mis propios engaños. Me reencontré con la ilusión de una quinceañera viendo el vestido más precioso antes de la gran celebración…lástima que no me daba cuenta estaba camino a un funesto final.

Casi como un cliché nos vimos cada semana en el mismo lugar. El almuerzo fue sobremesa, que se hizo tardía, y así pasamos las horas en compañía. Como en una canción de Pol 3.14 me sonreíste a quemarropa hasta nuestro anteúltimo día. Tu olor a azahar, la comisura de tus labios, el mentón suavemente dibujado, esa pequeña “montañita” de tu labio superior que sólo imagino es el paraíso de cualquier boca que te seduzca. Tu mirada cristalina, el color café de tus pupilas, tus cejas tupidas de alboroto. Te convertí en una escultura digna de apreciar. ¿Eras fantasía o realidad?

Caminamos por callejones sin salida abrigados de atardecer. El naranja combinaba con tu esencia. Eras estridente a dónde sea que fueras, creo lo seguís siendo. Dejas una estela a tu paso, una huella que pronto espero el viento se lleve de mi memoria.

Tus brazos eran la calidez que tanto ansié encontrar. Me reconfortaban tus palabras de tono suave. La sonrisa de tu voz acallaba mis temores, te sentía presente dónde sea que fuera. Ya me había enamorado de vos o de lo que creí y anhele por esos días.

Creí en tu poema y en la rima perfecta para combinar con la mía. Me rendí entre tus sábanas y me dejé llevar por la emoción. Gozamos la alegría cada mañana, tarde y noche posible. Pero un día se te hizo tarde la vida. Me contemplabas con ternura, y a veces, al despertar podía sentirte cerca pero el velo inverosímil se iba a caer pronto. Ibas a ser un mal sueño. Mientras, en tus nubes de cariño me mecí.

Nos enredamos demasiado, jugamos a ser el personaje que el otrx había buscado siempre. Era tarde, nos habíamos sacado la ficha. Éramos los restos que habían quedado de otros vínculos.

Un jueves cualquiera me senté en la cama, despojada de todo. Te miré y te lancé las palabras que determinarían lo nuestro se iba a apagar pronto. ¿Me querés? Un silencio fatal, no pensaste lo hiriente que fueron esos segundos eternos. Sí, me dijiste. Pero la demora sembró en mi corazón la duda.

Pasaron los días, y me alejé. Te dije lo que sentía y te dejé ir. Te escribo y te libero de ser quién no tenés intención de ser.