Carta no. 100

Asegurabas saberme tuya, pero nunca me hiciste sentir esas palabras. Tus sentimientos itinerantes, tus mensajes ocultos y acciones confusas no me dejaron ver con claridad lo que sentías y mucho menos me dejaste saber lo que pensabas para solucionar cualquier duda o conflicto mental que estuviera pasando por tu cabeza. Por el contrario, yo traté de estar presente siempre; de demostrarte con palabra y acción todo lo que generabas en mi, todo lo que sentía por ti; ¡vaya!, que no te aventuras a compartir experiencias de vida con cualquiera, sabes.

Constantemente traté de eliminar los silencios, me esforcé por sobrellevar tus fantasmas pidiéndote que hablaras cuando te perdías por semanas; era paciente, te daba tu espacio, te dejaba respirar para que me pudieras contar tus razones. Créeme, no eres el único que ha salido herido de una relación, varias veces me cortaron el corazón y uno, justo antes de ti, me lo destrozó; aun así no dejaba de avanzar a ti. Me abrí contigo como con nadie, me descubrí de formas distintas y puedo asegurarte que eres el único adentrado en mis mundos más sensibles, mis sentimientos más fieles y mis pensamientos más oscuros.

¿Recuerdas la plática que tuvimos cuando nos volvimos a encontrar? Pues te quiero contar que yo también llegué a pensar “estoy segura que es él”. Era una ilusión que me hacia sentir real, que me hacía sentir que éramos; que todas las memorias creadas, las historias escritas y las fotografías tomadas serían eternas.

Por momentos me hiciste pensar en “futuros” pero ahora agradezco que me hayas asentado en el presente, que me confirmes la momentaneidad de las cosas a partir de tu ausencia para seguir disfrutando del ahora, porque ten por seguro que cada pequeño segundo que pasamos lo disfruto en extremo.

Me fue difícil entenderte, entenderlo todo, pues pocas veces salían sentimientos claros de tu boca y cuando lo hacían eran para recalcar que aun no estabas listo. Lo entendí, me adapté, disfruté los espacios que tenía de ti y los momentos que querías compartir conmigo, así fue hasta el último minuto que decidiste alejarte y una vez más, callar. Ahí fue cuando me rendí, cuando al contrario de veces anteriores respeté tu decisión y no pregunté razón por la cuál habías decidido ignorarme. Creía que después de todo lo que compartimos, de todo lo que experimentamos y vivimos, no cabría duda en ti sobre todo lo que representas para mi. Sí hubo y sin más dejaste que el mal entendido se apoderara de todo lo anterior. Te reitero, lo entendí, me adapté.

Te lo entrego así para evitar interrupciones, pues se me da mejor el escribir y creo que a ti se te da mejor el leer. Te lo escribo porque necesitaba que supieras la mayoría de mi sentir que, contestando a una de tus tantas preguntas; sí, te amo y sí, me daba miedo sentirlo. Te amo y por eso fluí y lo sigo haciendo, porque el amarte no nos obliga a nada pero me permite abrirme a ti en distintas formas y sentirte en diferentes planos.

“Te amo”, siempre en presente y por convicción, porque para eso no se necesitan compromisos forzados sino claridad en los sentimientos. Te amo por que quiero, porque así ya lo decidí, porque después de todo y de tanto, sería muy hipócrita de mi parte decir que no.

Así como ésta, tengo varias dedicadas a ti, pero por el momento sólo ésta te quiero compartir. Guárdala, bórrala, contéstala…  haz lo que te inspire, sólo por favor, asegúrate de haber leído cada punto y coma, con suma atención a mi corazón.

Fotografía por Paola Saetti