Coincidir con la bruma, con su materialidad volátil y su esencia efímera; con su manera tan sutil de desdibujar el paisaje y de dejarnos entrar en otra realidad.
En ocasiones, cuando no tengo nada que decir, solamente espero a que la ciudad me hable, y yo trato de traducir lo que ella me dice.
Caminar sin rumbo, me ha permitido conectar con las ciudades de forma distinta. Todas ellas conformadas por espacios de naturaleza líquida. El mero acto de deambular y contemplar, desemboca en un enriquecimiento casi espiritual y de transformación constante.
Toda mi vida he tenido una atracción magnética por los entornos aparentemente inertes. Esto me ha llevado a comprobar que cuando nos damos al espacio, podemos sentir en los huesos toda la fuerza y las memorias que éste lleva dentro de sí, abriéndonos paso a una experiencia poética, que nos envuelve en su silencio.
La manera de razonar la imagen está relacionada directamente con la experiencia propia, lo cual hace posible que con la práctica, su concepción surja de manera espontánea casi a acto de reflejo. Pero esto, sólo es resultado de hacer del arte un hábito en el cual la intuición es la consecuencia del entendimiento de nuestro entorno y de su sincronía con nuestro cuerpo.
Carlos Perea (1989) soy fotógrafo y arquitecto mexicano, mi trabajo gira en torno al análisis urbano, considerando a la ciudad como un ente vivo en transformación constante. Mis intereses radican en la morfología de la ciudad, la contemplación del espacio y los aspectos mundanos de la vida cotidiana.