C H A R L I È

Ya no sé si amar es más o menos esto.

No vi venir nada.

Recuerdo esos días maravillosos que pasé junto a Charliè. Apareció justo y cuando necesitaba sentirme viva. Todo parecía sentirse bien cada vez que miraba sus ojos color miel. Todo el colegio giraba en su órbita. Todo era Charliè.

Las horas de Charliè, días de Charliè, solo para Charliè.

Y yo, mirando la vida diferente a su lado.

Charliè me escogió.

Se convirtió en mi zona de confort, mi garantía, mi luz. Se convirtió en mi desayuno, mi comida y mi cena. Amaba desgastar mis pies cada vez que nos colábamos a una fiesta. Me enseñó la ciudad de punta a punta.  Me enseñó nuevos idiomas, me enseñó hasta Roma. Se metió en cada poro de mi piel sin darme cuenta. Me enseñó nuevos besos, nuevos sabores, nuevos colores. Amaba los días que me quedaba dormida en su habitación. Amaba despertar con el olor de su cabello.  Charliè me amaba. Era el jodido trance más bonito de mi vida. Yo era su amor. Su voz al otro lado del teléfono se iba convirtiendo en mi playlist favorito. Incluso, olvidé que la música existía. Me olvidé de mí también.

Esas veces que faltaba a clase me volvía todo un desastre. Sin su presencia, todo se convertía en una atmósfera extraña. Un vacío en el estómago, el insoportable dolor de cabeza y la maldita resequedad en la garganta. (¿Dónde estás Charliè?)

En un cerrar de ojos, Charliè cambió. Me cambió.

Ya no hablábamos, disfrutaba ignorarme cada vez más. Se fue alejando de mi cada segundo.

Pasaba horas mirando a través del cristal, contemplando desde arriba su silueta. Todo parecía en cámara lenta. Las hojas secas cayendo sobre sus hombros mientras contaba historias maravillosas de Europa a caras nuevas. Me había dejado olvidada. Quizá ya tenía una víctima más. Una mejor o peor que yo.

Ya no era su amor. Ya no era nada.

Gasté las vacaciones del invierno buscando su presencia, un mensaje, una visita inesperada, una pista, una llamada; algo que me hiciera sentir viva. Cada día me preguntaba qué hacía, a dónde iba, con quién estaba, incluso si pensaba en mí.

Se esfumó de mi vida lentamente, de la misma forma que entró.

Se volvió lo que más amaba y detestaba de una persona.

Ahora trato de conseguir el equilibrio físico y metal desde este sexto piso, recordando todo esto; sintiéndome cada vez más sola.

Charliè ya no me mira.

Charliè ya no me habla.

Charliè ya no me escucha.

Charliè ya no respira.

Charliè, te he quitado la vida.

Fotografía por: Li Guanqun