Ambas teníamos 9 lunares en la cara.
Anoche pasamos a comprar cigarros antes de llegar a casa, una cajetilla de cerillos y dos bombones mentolados. Tania decía que que eran menos calorías si solo absorbías el relleno mentolado. Su obsesión por estar delgada y la misma cantidad de puntos en nuestras caras nos había convertido en amigas.
El ritual comenzaba al prender el primer cigarro, uno dos, o tres, después el primer bombón pasaba por sus labios y como vampiro hambriento, succionaba el centro mentoso dejándolo hueco para mí, uno, dos, o tres y nos contábamos los lunares de la cara antes de despedirnos con un beso tronado.
Fue un sábado el primer día que llegó con una estampita de estrella bajo el ojo. “Es que se ve lindo” y solo no pregunté más, pero cuando pasó una semana me comenzó a atormentar.
Tormentas.
Hubo un día en donde nos agarró un tormentón y no entendía la desesperación de Tania porque el agua no tocara su cara, no sabía que los vampiros no soportaban la lluvia. Y con una mano en la cara comenzó a gritar:
-¡La estrella, la estrella! Búscala en el suelo.
-Pero si ya se la llevo el agua, mírala, ahí va rodando, no importa, llegando compramos más.
-No es eso, te lo debí haber dicho antes- descubrió su cachete- Me salió un nuevo lunar.
Después de eso caminamos en silencio, ambas sabíamos que ya nada sería igual y a mi también me había comenzado a cansar lo vacío.
Fotografía por Tatjana Suski? Ninkovi?
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Dualidad
Me esztrello contra el teclado de vez en cuando.
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