Boceto: “42”

Uno de mis libros favoritos es The Hitchhiker’s Guide To the Galaxy (La Guía del Viajero intergaláctico) del escritor Douglas Adams, el libro es una novela humorística centrada alrededor de, precisamente, “La Guía del Viajero Intergaláctico”, un libro dentro del libro el cual contiene toda la información del universo en un formato similar al de una guía turística (más pequeños datos curiosos, menos información verdaderamente útil).

Una de las pocas cosas que la guía no contiene, según explica la novela, es el significado de la vida, el universo y todo en general. Sin embargo, a través de la trama, los personajes dan con tal significado, el cual resulta ser… 42…

Ahora bien, el número 42 nunca es presentado como simbólico de algo más grande. La respuesta es simplemente “42”. Ese es el significado de la vida, el universo y todo lo demás dentro del microcosmos que habitan los personajes en la novela de Adams, un número sin mayor significado que el valor numérico que representa (el cual, por sí mismo es sólo un significante). Incluso el origen de la respuesta no tiene un valor agregado, puesto que en la historia ésta proviene de una computadora a la cual se le da la nebulosa tarea de encontrar precisamente la respuesta al significado de la vida, el universo y todo lo demás.

Debo decir que es una respuesta que me gusta mucho como candidata para el significado del todo, si acaso porque me parece muy aproximada a cómo sería una “verdadera” respuesta.

Si hay algo que nos une a todas las personas en el mundo (además de una increíble atracción sexual hacia David Bowie) es nuestra extraña necesidad por encontrar un significado a nuestra existencia, y quizás alguien a quién culpar por ella.

Es algo que a primera vista tiene sentido, siendo seres curiosos y testarudos, simplemente no podemos evitar hacernos esa pregunta de tiempo en tiempo; ya sea a través de complejas ecuaciones matemáticas, estudios filosóficos, estudios teológicos, expresiones artísticas o habiendo bebido una buena cantidad de alcohol entre amigos (o cualquier otra sustancia de su preferencia).

Es tanto nuestro deseo de tener un significado para nuestra presencia en este universo que estamos dispuestos a hacer algunas de las cosas más estúpidas con el fin de probar que nuestra interpretación de tal gran respuesta es, de hecho, la correcta, y de paso que el objeto, deidad o persona a quién culpamos por ello es la única a quién debemos esa respuesta.

Supongo que lo que me pregunto con todo esto es: ¿Para qué hacer eso?

Existen alrededor de 10 billones de galaxias en el universo con un promedio de 100 billones de estrellas en cada una, lo cual da un total de 1, 000, 000, 000, 000, 000, 000, 000 (un billón trillón) de estrellas en el universo conocido, si la física teórica tiene razón, tenemos motivos para creer que al menos un diez por ciento de todas esas estrellas tiene al menos un planeta orbitándole, eso nos daría 100, 000, 000, 000, 000, 000, 000 (cien trillones) de planetas. Se cree que en nuestro universo apenas hay 11 billones de planetas en condiciones similares al nuestro (atmósfera, luna y orbitando una estrella similar al sol a más o menos la misma distancia que nosotros lo hacemos), de estos posibles 11 billones de planetas similares concretamente conocemos 10 (contando el nuestro)… no 10 billones, sólo 10 y de esos 10 sólo tenemos evidencia de que existe vida en 1 de ellos, en el nuestro, eso es el 0.000, 000, 000, 000, 000, 001 % de esos originales cien trillones de planetas.

Este planeta que habitamos, por su parte, se formó hace más o menos 4, 540, 000, 000 (cuatro billones, quinientos cuarenta millones) de años, hace 4 billones de esos mismos años aparecieron las primeras forma de vida, pero tardarían hasta hace 3 billones de años en aparecer formas de vida de cualquier complejidad, después de eso hay que esperar hasta hace 160 millones de años para la aparición de los primeros mamíferos, seguido de lo cual no es sino hasta apenas 5.6 millones de años que aparecen los primeros homínidos mismos que evolucionan en el Homo Sapiens hace 200, 000 años y estos Homo Sapiens formaron las primeras civilizaciones como las conocemos hace 5, 100 años. Esto quiere decir que aquello que conocemos como “humanidad” corresponde al 0.000, 092, 834, 153, 384 % de la historia de la Tierra. Si se toma en cuenta que el promedio de vida en México es de 77 años, eso nos deja con… bueno, no mucho tiempo vivido, no sólo en la historia de la humanidad, sino en la historia de la Tierra misma siendo un 0.00, 000, 137, 892, 089, 162 %. (Aunque el promedio de vida es un tanto más alto en otras partes del mundo, así que tal vez quieran considerar el cambiar de nacionalidad si desean aumentar su porcentaje de tiempo en este lugar).

Peor todavía es el hecho de que ese diminuto porcentaje de vida que nos corresponde de manera individual está condenado a ser totalmente olvidado en un periodo no mayor a 4 generaciones. Siendo cada generación considerada a un promedio de 50 años, eso nos deja con 200 años en la memoria de nuestra descendencia, lo cual parece mucho hasta que se contrasta con todo lo ya mencionado.

Desde un punto de vista cosmológico somos ridículamente pequeños. Cuando todo se pone en perspectiva, nada de lo que hagamos tiene el más remoto valor.

Con esto no quiero presentar un punto de vista nihilista (créanme, ya hay bastantes niños en el internet exponiendo esas ideas mientras se aferran a sus copias de Fight Club. No hace falta más nihilismo), en lugar de eso, quiero presentar una pequeña idea un tanto más positiva: “Nada de esto importa y eso es bueno”. Sé que suena como una de esas filosofías pop que caben cómodamente en un una imagen de pinterest, y quizás en muchos sentidos lo es, pero ténganme un poco más de fe, por favor.

Lo que quiero decir con “Nada de esto importa y eso es bueno” no es necesariamente que debemos aferrarnos a un estilo de vida “YOLO” (¿la gente todavía dice YOLO?) sino a considerar verdaderamente lo que tenemos para trabajar en cuanto a existencia se refiere.

¿Cuánto creen que se puede permitir uno meter en 0.000, 000, 000, 000, 001 % de espacio y 0.00, 000, 137, 892, 089, 162 % de tiempo por vivir? Yo me atrevería a decir que no es particularmente mucho, casi podría decir que muy poco. Siendo así, uno ciertamente no puede evitar pensar en ser un tanto más selectivo con las cosas que hará con ese espacio y tiempo.

Ello lo podemos abordar de diferentes maneras: por una parte, está la idea de que el tiempo es tan limitado y nuestro tamaño es tan pequeño que prácticamente da igual si decidimos convertir toda nuestra existencia y la de quienes nos rodean en un agujero negro de miseria, por otro lado está la idea de que bien podríamos entregarnos a cualquier placer que se nos presente dado que nunca más podremos experimentarlo una vez que nuestra existencia termine. Ambas formas de vivir por sí mismas funcionan y no hay razón por la cual no se pueda vivir de cualquiera de esas maneras (en especial, creo, la idea de dedicarse al placer resulta bastante atrayente), pero ambas me parece se volverían muy aburridas después de un cierto tiempo y estar aburrido es el único verdadero desperdicio de vida.

Es aquí donde entra la idea de que nada de esto importa y eso por sí mismo es bueno: dado que vamos a vivir esta única vida, en este único planeta, por este único espacio de tiempo, bien podríamos comprender que esos tres elementos son todo lo cuanto de verdad guarda alguna importancia. Claro está, el verlo todo de ésta manera genera algunos problemas, por ejemplo, si nada importa más que el hecho de estar vivo ¿qué me detiene de hacerle algo horrendo a la persona a mi lado por la pura curiosidad de querer hacerlo? Bueno, en realidad nada, si se creen capaces de vivir con lo que sea que deseen hacer, entonces háganlo. Dicho lo anterior, el hecho de que nada guarde mayor significado que la vida que uno mismo lleva no implica que se sea invulnerable a todas las cosas puestas para regular nuestro comportamiento (si desean hacer algo horrendo, mucho me temo que algo horrendo les pasará). Eso es lo importante aquí, si bien no hay nada con gran importancia en este extraño juego llamado vida, eso no nos exime de nuestra participación en nuestra sociedad.

Imagino que la mejor manera de ver esta idea es considerando que este preciso momento en el cual vivimos, tan lleno de dolor como está, tan temible como es, tan lamentable como puede llegar a ser, es la proverbial edad de oro. No hay nada antes, ni habrá nada después, al menos nada que nos concierna directamente a nosotros. Siendo que esta es la única edad de oro que vamos a conocer, bien podríamos intentar hacer todo en nuestro poder para vivirla en paz e intentar mejorarla todavía más, porque cualquier beneficio que apliquemos a la vida de los demás lo es también para la nuestra.

Curiosamente, de entre todas las cosas que podrían relacionarse con esto, hay una página de un cómic de Superman que me parece muy pertinente citar para  poner punto final este boceto (porque, si aún no lo notan, si en algo soy bueno es en tomar ideas que apenas entiendo y relacionarlas con Shakespeare, Brian Wilson, Bob Dylan y/o Superman). El cómic es el último número de la serie All Star Superman, de Grant Morrison (un cómic fantástico que deben leer si les gusta Superman y también si detestan a Superman). En éste número, Lex Luthor, el archienemigo de Superman, ha conseguido replicar en sí mismo los poderes de su némesis y ahora se encuentra a la mitad de una ola de destrucción, pero, cuando todo parece perdido, cuando incluso Superman parece derrotado, Luthor se detiene, sus ojos se llenan de lágrimas y dice:

“Yo… puedo ver la maquinaria y  el cableado conectando y separando todo desde que todo comenzó… Así es como él [Superman] nos ve, todo el tiempo, todos los días. Es como si todo fuera nosotros, aquí, juntos… y somos todo lo que tenemos.”

Tal vez, todos podríamos aprender algo de Lex Luthor y detenernos a pensar: nada de esto importa y realmente somos todo lo que tenemos.

Fotografía por: Yoshihiro Terao