Estábamos en la terraza, habíamos bebido toda la tarde juntos, como acostumbrábamos a hacerlo. Lo tenía de frente a mí, con la respiración agitada, intentando controlar la mirada con la que lo desvestía de pies a cabeza.
Mordía suave su labio inferior, cautivo, preso del deseo. Me acerqué a él para poder recorrer con mis huellas cada centímetro de su perfecta piel y rozar su mejilla con la mía. La condición era no besarme primero.
Lo deseaba así, inmóvil, con los ojos clavados en mí, penetrándome hasta el alma. Lograba excitarme la idea de poder imaginarnos juntos, sentía como los choques eléctricos me recorrían constantes en las terminaciones nerviosas de todo el cuerpo.
Sentía la inquietud de su cuerpo al intentar encontrar mis labios cuando me acercaba, el brillo de sus ojos revelaba su excitación; su mandíbula apretada, me desvanecía las ganas de seguir el juego. No debía ser así de fácil, pero resistirme a eso, era una pérdida de tiempo, así que me acerqué un poco más y pasé mi lengua por sus labios entre abiertos, sabían a tequila, delicioso.
Perdí el control de mi propio cuerpo al sentir como presionaba con sus grandes manos mi cintura y me acercaba a él moviendo mi cuerpo al ritmo de la música. Me retumbaban en el pecho los latidos descontrolados de mi corazón; por mi mente no pasaba nada, disfrutaba el momento como ninguno otro en mi maldita vida. Lo deseaba.
Subí mis brazos y lo tomé de la cara mientras recorría con mi pulgar sus carnosos y húmedos labios, levanté la mirada hasta encontrarme con la suya y comencé a besarlo suave, las puntas de nuestras lenguas rozaban en perfecta sintonía.
El tiempo estaba detenido, el viento soplaba fresco y la luz de la habitación pegaba justo detrás de nosotros. Nuestra respiración aumentaba de intensidad al sentir cada vez más cálidos nuestros cuerpos, cerquita uno del otro.
Estábamos encarcelados en ese momento, la conexión era tan intensa como las mordidas que nos dábamos cuando movíamos la cabeza de un lado a otro y el sabor de nuestras salivas combinadas entre tequila, tabaco y deseo.
Con un suspiro separamos nuestros labios, pegamos nuestras frentes, él me apretaba hacía su cuerpo subiendo y bajando sus manos por mi espalda, mientras yo disfrutaba de la suavidad de sus labios sin besarlo, simplemente rozándolos con los míos, intentando recuperar el aliento. No quería que terminara nunca.
No había necesidad de palabras, sabíamos perfectamente lo que sentía el otro. Sonreímos, nos dimos el último beso deseando que ese momento pudiera repetirse una y otra vez, pero el acuerdo de coincidir tan sólo un instante, era irreversible, no podíamos estar juntos.
Fotografía por Lorella Furleo Semeraro
Por el momento mi ocupación es ser Nail artist, llevo ya un año en eso, me apasiona un chorro, sobre todo cuando me piden diseños cool o me dejan hacer lo que yo quiera. De vez en cuando pongo playlist en bares junto con dos amigas más, nos conocen como The Powerpuff, lo hacemos por diversión y se pone buena la fiesta. Tengo un negocio de ropa vintage con el que me hice emprendedora hace 3 años, ahora está un poco lento por dedicarme 100 a las uñas, pero sigue en movimiento, le daré un giro próximamente, los cambios siempre son buenos.