El momento era cálido y lo recuerdo con detalle. Yo me perdía en sus palabras como si fueran sorbos de Rosé. Nos tomamos de las manos, de izquierda a derecha como si supiéramos lo que hacíamos, respiramos profundo y paso a paso comenzamos a sumergirnos en azul, sin pensar en más, una paz inexplicable alejaba el ruido, cada vez oíamos menos, entraban destellos de luz como burbujas que iluminaban con detalle su cuello, como dibujando estelas de luna, como en una ensoñación; los costados de su espalda estaban un poco menos fríos esta vez.
Ahí alcancé a sentir cómo beso a beso entraba vida a mis labios, y en dos parpadeos ya era profundo, un mar. Se oía música de fondo, de esas canciones que llevan la frase “huyamos juntos” en sus letras y sonreíamos porque sí, huíamos.
Me quedé mirando las estrellas que descansan debajo de sus ojos, siete para ser exactas, esas que me hacen amanecer primero, que me hacen sonreír en medio de un sueño, y tras un abrazo infinito supimos que desde cualquier lugar podíamos escaparnos de esta tierra. Los latidos de ambos se encontraban, se miraban fijamente y volvían al pecho.
“Somos océanos, somos pistas de baile, somos esa vida que quiere ser vivida, todo desde una habitación”.
Escribo a vivos y a fantasmas por igual.
Amo en cuadros por segundo.