Había un escritorio y abrías una carta. Me regalabas una lectura en voz alta. Te paraste frente a un espejo y decías: “Nada se marca”. Me reía y te tatuaba un puercoespín. Me quedaba feíto y desde el espejo me sacabas la lengua y me caía el veinte. Iba hasta la cocina y agarraba el cuchillo, tú nunca tuviste miedo. Antes de cortártela me dijiste, estás seguro y me di cuenta. Sin lengua no habría chupadas, sin dedos nos habría masajes y te corté una oreja. La freí en el sartén mientras te cogía por detrás: “Así, así, por fa, por fa”. La pasamos muy bien y nos comimos el pabellón cercenado de tu oído.
Una tarde te pregunté que como te sentías. Saliste al jardín, esbelta, hermosa en tu desnudez como todos los días. Tus tetas eran conos de helado, tus nalgas dos bolas de boliche, Bach hacía lo suyo en la recámara, estabas completita y me sentía muy bien: “Cuando vuelvas a mí, la vida será”.
Licenciado en Literatura Latinoamericana (UIA) y pasante de Maestría en Etnomusicología (UNAM). Formó parte del consejo de la revista “El poeta y su trabajo” dirigida por el poeta argentino Hugo Gola. Fundó y dirigió la revista “Mula Blanca”.