Aunque te duelan los músculos de tu rostro

¡Hey tú! El de los eternos ojos tristes, el de auriculares a todo volumen para evitar pláticas aunque el asiento de al lado vaya vacio.

El de la mirada perdida al ver los autos a toda prisa, el de los dientes limpios que nunca enseña porque están chuecos.

El de la sonrisa fingida, el de cabello de color.

El que estudia y estudia y no conoce ni la calle por la que camina.

El que nació en una ciudad que no es la suya.

El que escribe canciones y poemas que solo cantaran y leerán sus amigos en las borracheras, ya sobrios le dirán que dejó escapar a el tiempo y y se quedó atrás en la vida.

El que no quiere llamar la atención pero siempre lo hace por más que lo evite.

Tú, el que ve a sus amigos reírse en su cara e irse lentamente como lo hizo cada mujer que amó.

El que no sabe qué día es porque realmente le da igual,

El que ya hace mucho que dejó de anhelar un abrazo, una palabra de aliento, un “hola”.

El que ama la música porque ella al igual que la soledad y las calles lo abrazan, lo hacen suyo y le hacen el amor sin recriminaciones.

El de sus puños rotos contra la pared, el que ya no grita, ya no llora.

Tú, el de los ojos muertos y el alma rota ¿podras levantarte mañana para decirle al mundo que sonría? ¿Irás a enseñar a otros lo que tú no haces? Ellos no solo necesitan que les enseñes un idioma, solfeo, matemáticas… también necesitan que les enseñes a sonreír aunque te duela cada músculo de tu rostro.

Fotografía por Cleo Thomasson