Era otoño de 1965. ¿Pero cómo saberlo si la esencia de esa estación no cambiaba nunca? Fácil. Lo recordaba bien porque ese fue el año en que Dylan se volvió eléctrico y The Beatles aún no probaban el lsd.

Pero todo era igual: el mismo viento que despeinaba sus cabellos y movía las ramas de los árboles, los días nublados y la brisa que golpeaba en su rostro.

Representaba más que el clima. Era su momento de reflexión y soledad.

Fotografía: Anne-Sophie Landou