Así como los rábanos

Mientras el ajetreo de la mente parece distraernos, debajo de la cáscara podemos acogernos.

Y va de nuez, mi bruja mala,
la que a mi sensatez inhala,
tu extracto con sabor a miel, quiero decir a hiel,
me ahoga en una recóndita ambivalencia,
la pizca de incongruencia que atrapa a ese animal loquax que soy.

Lo dijo Octavio Paz en sus cartas Tlatelolcas en 1968,
mientras los logros triunfales pertenecían al espacio vacío, el interior se consumía;
los egos fragmentados, volátiles, destruyéndose unos a otros,
nada raro hoy en día.

Ya me canse de saborear tu existencia y hacerme creer que un dron nos espió por la ventana,
como en aquella serie de Netflix que vimos mientras nos fusionábamos como uno solo,
esas configuraciones sin sentido, ese enjambre de pequeños temblores en el corazón.

El derrumbe de momentos irrepetibles que nos ponen más violentas de lo que somos,
¿qué acaso no te das cuenta?, solo somos nosotras queriendo no soltarnos,
como película de Charlie Kauffman.

Ven, mi bruja mala, que somos crucíferos en esta dimensión de humanos,
saboreando nuestros propios glucosinolatos,
lo que para muchos es una experiencia amarga, para nosotras es la miel,
no te vayas bruja mala, no me dejes sin ti.

Fotografía por Barbaros Cargurgel