Arenas movedizas.

Luego la vida me acorrala entre dos paredes, una estática y otra movediza, burlando las estructuras, las leyes físicas. Arena del Amazonas, cintilla óptica, una sola imagen.

Cada latido forzado, cada mirada tenue, cada sonrisa por compromiso se pierde. Tus pasos avanzan y paras en un acantilado. Te miras y me miro, nos abrazamos mientras la brisa de las cascadas cae sobre tu rostro.

Me gusta cuando nadas y tus pies golpetean las nubes, rompes los esquemas por cada nivel hidroaéreo, sonríes y haces mi mundo estallar.

Qué bien se siente ver películas a deshoras aunque no estés a mi lado. Te recuerdo, te pienso y te olvido.

Me gusta imaginar que me acurruco contigo, mi pasatiempo favorito. Tomar de nuevo la yema de tus dedos y acariciar tu cabello contra mi pecho, el tacto que sin explicación se disipa cuando recurro a tu llamado, y no contestas.

Eres polvo inolvidable, una gota de llanto y de placer, eres justo esa idealización que siempre quise evitar, porque yo sé que tu no quieres a nadie, pero está bien, el cariño no se condiciona.

Me gusta pensar que algún día podré tener el gusto de encontrarte de nuevo, no por píxeles registrados en el computador, no por llamadas en altavoz.

Ya no me gusta, ya no me gusta(s), ya no me gusta vivir de anhelos.