Aplicamos tres y nos funcionó

Lo hicimos así, bajo esa primicia, cumplir la fantasía de una pareja que gusta de ver al otro en éxtasis y lleno de conmoción.

Armamos la fórmula perfecta, primero dos y luego uno, después sale otro y al percibir ausencia, automáticamente promoverá aún más suspenso al momento de anidar en los pensamientos más pragmáticos por los que ha pasado la existencia humana.

No quisimos quebrar la voz. Tratamos de no argumentar nada, sabíamos que dicha composición animaría a otros seres a unirse a nuestro plan, sin embargo dejarían de ser tres y volveríamos a tener que cuadrar la estrategia que insistimos desde un inicio.

La noche llegó, la hora pasaba más lento de lo normal, parecía que estábamos en un carnaval sin precipicio ni amoríos de instinto, insistimos en liberar aquellos tormentos que nos escondían en aquel espacio que habíamos designado como cómodo, donde llorábamos y nos ensuciábamos de verbos negativos que hacían que nos aborreciéramos y detuviéramos nuestra marcha.

Aplicamos tres y no dejábamos de encontrar pequeños escondites que reflejaran la intención por resguardar los secretos del cuerpo del otro. Tan maravillosos y brillantes, cada uno de los cuerpos se extendía y lograba trascender en citas cortas que bailaban entre posibilidades nulas y la absorción de lo positivo y el amor primero hacia la vida.

Nos desprendimos lentamente y logramos fusionarnos por completo, el código que detenía el engranaje había sido descubierto por uno de nosotros, sin embargo, nuestros actos cambiaron dicha regla, se hizo mucho más excitante con el cariño donde las caricias perturbaron la paz de la sien de nuestra frente.

Insistimos, calculamos una cocción cíclica llena de sopor y vapor sin tez.

Lo logramos, no faltó nada ni sobró tiempo, justo en el momento exacto de transitar por lo que dimos por perdido aquella noche en la que nos conocimos.

Sin tanto drama avanzamos… nos funcionó. No habrá minuto en el que se olvide aquella noche donde nos convertimos en el otro por un segundo, cuando volamos para imaginarnos aves y mutar en luz en cuestión de segundos.

Fotografía: Liszt Chang