Soy una perra sin corazón, tú me educaste así, tú me volviste así, fueron tres veces de gloria.
La primera vez creí que era solo un juego, algo de una sola noche, algo que se podría olvidar a la mañana siguiente; no fue así tanto él como yo nos involucramos demás. Llegamos a la cama de aquel hotel inhóspito, olvidado por el mundo enfrente de esa gasolinera; deje que me tocara, que me recorriera con su boca, yo solo lo obedecía, el me decía que hacerle, yo obedecía, solo me preguntaba ¿Tu, donde estas, ahora con cual de tus putas te estás revolcando?, ¿pensaras en mi?
No lo creo.
La segunda vez, se acababa mi tolerancia, necesitaba que me tocaran otras manos, claro, no las tuyas. Salí esa noche, me lo encontré en ese parque obscuro de la esquina; el todo un deportista. Trate de llamar su atención, lo logre. Solo andaba de caliente, pensaba en que esa noche estarías con alguien más, o tal vez no, solo ya estaba demasiado excitada.
Me bajo la falda. Me gusto.
La tercera vez, bendita. Ya no tenía algún sentimiento, ya era demasiada la anestesia que me consumía, ya no sentía nada, ya no me importabas; era demasiado el daño. Decidí ir por aquel que me hacía sentir única; era mi mejor amigo, mi hermano. Llegue a su casa, nadie contesto al llamado. Me senté en la banqueta para tratar de reflexionar y ya no hacer mas, tal vez ya era suficiente, a lo mejor tu ya no lo merecías, era estúpido mi comportar.
Recordé el día de mi cumpleaños, si, cuando te cogiste a mi mejor amiga.
Abrió su puerta, el era mi hermano, le podía confiar todo, mi vida; me dejo entrar. Lo quería hacer, era lo que necesitaba, perfección en uno solo. Me dirigí a su cuarto el solo me siguió, sin alguna sola palabra, solo silencio, el bendito silencio; dentro le puse seguro a la puerta; me desnude. Él, entendió que debía hacer, yo solo abrí mis piernas. Lo hizo.
Sentía sus manos deslizándose por mi espalda, mis vellos erizaron, solo sentía su rozar entre mis piernas, lamia mis senos, llego a los pezones, ya no podía mas, su lengua, sus manos su cuerpo encima del mío, el dentro de mí, solo un grito.
Tú nunca lograste eso; tú nunca lograste hacerme sentir mujer.
Tú me volviste así; una perra sin un maldito corazón.
“Anestesiada” tenía que estar. Gracias, creo.
Fotografía por Richard P J Lambert
Me dedico a respirar, comer, ser incongruente e inconstante, me dedico a superar las cosas como vayan saliendo porque resulta ser que nada sale como lo queremos ¿no?
Me dedico a verificarme o al menos tratar de hacerlo, al momento de decir algo, prestar atención a que se mero se esta llevando a cabo; a llorarle a lo que fue y a sonreírle a lo que va llegando.
Me dedico a leer entre lineas porque ya nada es lo que parece. Me dedico a visitar nuevos mundos o al menos lo que queda de ellos. Me dedico a ver puestas de sol y a escuchar el silencio, o lo que queda de el.