Año con año me temo la llegada de agosto. Trae con él una inmensidad de malos recuerdos y una montaña rusa de emociones. Viene tu recuerdo y el recuerdo de los últimos días que pasamos juntos, coexistiendo. No olvido lo fuerte que te abracé la última vez, deseando con mucha fuerza que no te fueras. Y me duele, duele mucho.
Por otro lado, agosto me regala cielos increíbles y paisajes hermosos. Salgo a carretera y lo único que veo a mi alrededor es naturaleza color verde, pájaros volando, un cielo azul lleno de nubes hermosas y no te imaginas la paz que se siente. Cuando veo un paisaje así me gusta pensar que lo ves conmigo, desde allí. Me gusta pensar en ti.
Después de todo, me doy cuenta que agosto no es tan malo como parece y que todo depende de la perspectiva con la que lo quiera ver. Y yo te recuerdo en cada cielo, en cada nube, en cada atardecer, en cada lluvia, en cada flor. Es la manera más bonita que tiene la vida para recordarme a ti, encontrarte en los pequeños detalles y saber que estás ahí.
Al tener la dicha de presenciar a mi alrededor los paisajes que me regala agosto con tintes llenos de de ti, me doy cuenta que no es un mes tan malo, es un mes maravilloso. Y este año espero a agosto.
Me gusta escribir en mis ratos libres y no perderme en el intento.