Abstraído en pseudociencias de la mente.
Consciencia nublada,
sosteniendo mi sombra con las manos,
dictamino una nueva ascensión.

Es tierna la noche, los velos caen fáciles cual tempestad del viento en el océano. Y la marea que arrastra con el ímpetu de los dioses caprichosos, venganzas ancestrales, ruinas, pero sinceras, es concebida a través de múltiples fuerzas físicas. Este barco, entonces, podría caer (y ha caído) y prevalecer en lenta putrefacción en los fondos abisales. Este barco no lo sabe. ¿Serán (o seremos) los tripulantes capaces de saberse finales? Estas posibilidades o delirios son desacreditados para alguien que nunca ha viajado en barco. Por supuesto, incluyéndome. El barco, entonces, sugiere en su naturaleza arbórea que lo dejemos donde está. Nos quedan las otras visiones, aunque quizás todo esté perdido. A erigir, pues, esos monumentos que caen. Siguiendo con la terrible proeza de los grimorios, esto se convierte en un acto. Credo, tierra y sangre olvidados, henos desvanecidos en los tiempos de luz no-luz. Entiéndase esto como se venga en gana; será tarde.

Se enciende la hoguera.