Acariciábamos un búfalo, la pasábamos bien. Me subía a un escenario y me sentaba frente a ella en una mesita con su mantel esmeralda: “Tengamos una discusión”.
Ella argumentaba sobre algo, sobre un avestruz. Rebatía su argumento pero no cedía. “Algo no está muy bien”, me dije, y sin que lo descubriera me quitaba un zapato. Su réplica, claro, un escote largo aunque angosto. Abril es el mes más cruel. Le acercaba el pie, que me lamía. Se levantaba y el búfalo venía hasta nosotros, manso y grueso, a sacarnos la lengua.
-Mi Amor, necesita agua, me decía.
Y yo corría hasta el lago de Chacagua y montado en una panga rodeado de patos y garzas, hundía una cubeta de madera para sacar un poco de agua.
Ella estaba ahí, mirándome, con una trenza que le caía de un lado, algunos rizos en el cuello, sonriente, sonrojada, al otro lado de la panga, con un hilo de sangre escurriendo desde su sexo hinchado. Le pregunté -me acuerdo- si su vello estaba recortado. Su respuesta fue sencilla, contundente: “Ves, se trata de eso, he ahí, el argumento, moda Matta-Clark.”
Licenciado en Literatura Latinoamericana (UIA) y pasante de Maestría en Etnomusicología (UNAM). Formó parte del consejo de la revista “El poeta y su trabajo” dirigida por el poeta argentino Hugo Gola. Fundó y dirigió la revista “Mula Blanca”.