A pesar de todos

Apareció salvaje, desnudada, sin su habitual caparazón de excusas.

Fue aquello toda una revolución, un momento crucial.

Le dolían las manos, le ardía la piel intensa.

Sentía, sentía clavarse en cada célula de su escueto cuerpo las miradas de desconcierto, los comentarios de odio y negligencia. Esas miradas antes de indiferencia, de lo común.

La envidia callada, la rabia de haber puesto del revés todos sus mundos, las esperanzas que habían puesto sobre él. Sus mundos, sus mundos expectantes de felicidad alta sobre él. Cuando en realidad, nunca hubo él.

En su lugar, ahora danzaban cenizas.

Y ella, fantástica.

Fotografía por Bill Dane