¿A dónde va la mente cuando todo está mal?

¿A dónde va la mente cuando todo está mal, cuando la música ya no figura como un escape sino como una melodía inconclusa?

A esta melodía olvidé agregarle letra, quizás no quería aceptar la realidad de lo que me rodeaba, pero aquí estoy en el reino de la procrastinación tratando de ignorar la responsabilidad de un adulto mal vivido.

Transcurrieron meses sin escribir, porque escribir es afrontarse a uno mismo, es tener esa conversación incómoda con tus padres en la cena familiar, solo que esta vez eres tú, siendo juzgado por la parte más agria de tu conciencia. Los sueños van y vienen, siempre nos persiguen, son parte de nuestra humanidad como herramientas de lucha y causa. Nos dan un sentido de la vida, algo por qué vivir, algo por cumplir, pero también nos pueden atormentar.

Sobreexigirnos puede ser un arma de doble filo, todos añoramos muchas cosas sin querer sobrellevar todo lo que eso implica. Hace poco me puse a reflexionar en lo que realmente quería de mí, amo tantas cosas pero estoy seguro de que muchas situaciones involucradas con ellas las odiaría. A veces siento que no buscamos realmente ser exitosos, o personas millonarias, solo queremos paz, una paz que se ve interrumpida por un ciclo de vida impuesto por quienes han tenido el control siempre sobre la sociedad. Pero no es curioso, ¿cierto?

Al final del túnel la paz que supuestamente alcanzamos tras una larga lucha contra la adversidad, el sistema, las injusticias, la precariedad, nos llega en el lecho de muerte o, si no, casi en su momento. Efectivamente, muchas veces buscar un estado de plenitud nos la arrebata. ¿Por qué? Quizás estamos tomando el camino equivocado a buscarla, estamos buscando el camino que te dicen que debes tomar.

Cuando todo está mal, mi mente va a donde pueda ser libre, donde el amor por las cosas no se industrializa, no se capitaliza, y se inmortaliza.