Un día te vi correr
de nuevo hacia una senda
que no llegaba a mí.
Llegaba a ella.
Y entendí que no siempre
gana el corazón.
No siempre es suficiente todo.
Que no tengo que ser yo
quien alegre tus mañanas
Y que probablemente nunca
se te erice la piel con mi tacto
ni mis gestos sean tus favoritos.
Entendí que el amor,
el que yo te tengo
es libre, no posee, no ata.
Y tu eras un nómada
de cuerpos, de sonrisas.
Eras un misionero
de experiencias.
Y que para ti el amor
nunca significó mi nombre.
Sólo fui una estación
y tu tren ya marchó.
Me persigue mi pasión por escribir pero mi mente me bloquea a perseguirlo de vuelta.