Terminé esos días con la mente en el estiércol,
y degusté,
los desechos de la vida.

En los manjares del delirio me regocije,
obteniendo secretos insospechados,
el gran celo contemporáneo.

Terminé cebado,
con la mente y el espíritu averiado,
y hasta hoy he de confesar:

Vivía en todo su esplendor,
cada fibra experimentaba su fervor,
cada pensamiento sufría su exaltación.

Hacía la nada fue mi ideal,
el escape predilecto,
donde todo existe, donde todo emana.

Es ahí,
donde a cambio entregas la cordura,
por los ojos del universo.

Fotografía: Tomé Duarte