¿Mi voz? Se ha infectado el lago del que la pesca siempre ha sido lógica y correcta, hermosamente moral, por lo tanto, vil, demacrada, insustancial, mediocre, puta. La pesca de rehenes de esta locura que mal llamamos máscara. ¿Qué estaré diciendo en realidad? Qué pereza escribir sobre la sociedad. Ya se hizo. Tengo la página en blanco y también el corazón, la memoria, la esperanza, el tiempo. Tengo una certeza inexistente. El ocio incauto. Me es irrelevante lo que veo en sus rostros digitales. Todos. Sí, existen excepciones, como es lógico. Y también, como es lógico, me desprendo de ellas para hundirme. No hay futuro. Debería estar en otra parte. He aceptado mi derrota. He aceptado mi intrascendencia. El abanico escupe la verdad que se mueve de un lado a otro. “El hubiera no existe”. Yo tampoco, aquí, así que me daré el lujo de expresarme con la frase. No pertenezco a mañana. Mañana no perteneceré. Siempre mañana. Nunca pertenezco. ¿En dónde está todo lo que soy? ¿Será aquí? No tengo certeza alguna más que el dormir. Pero es que siempre estoy dormido. La única certeza. Nada. El nihilismo se me escurre por las uñas de los dedos, las puntas de las pestañas, la sagacidad de mis miradas, mis gestos, mis palabras, mis silencios, mis excretas, mis esperanzas, soy la encarnación de la ceniza. Ahora lo veo.

Fotografía por Missy Prince