No me gusta la central de autobuses, el olor del humo que sale de los camiones me marea y ver tanta gente me hace sentir insegura, no sé que pasa, lo único que puedo pensar es “¿a dónde iremos?” hay muchas maletas, seguramente es un viaje muy largo.

Sales del auto, empiezas a bajar las maletas… Ella sólo me abraza y me tapa los oídos, dice que todo estará bien, que iremos a visitar a la familia, todavía tengo puesta la pijama.

Yo sólo me aferro a ella, siento que si la suelto me voy  perder, sólo puedo abrazar mi almohada y taparme la cara. Pareciera como si todo pasara muy lento, te estoy buscando pero sólo me acaricias la cabeza.

Lo último que recuerdo fue un abrazo, un beso en la frente y un “nos veremos pronto, te lo prometo”. Ahora sólo puedo ver por la ventana del autobús, no sé que pase con nosotras. ¿Cuándo te volveré a ver? ¿Iremos al kiosko a jugar?

Pasaron 4 años y no supe de ti, 4 navidades sin ti, 4 cumpleaños, 4 años de boletas sin firmar. Y las veces que venías sólo ibamos al centro comercial a dar vueltas, era como antes, hasta que te ibas y yo sólo te veía desde la ventana esperando a que voltearas, pero nunca lo hiciste.

Ahora tengo 24 años y lo único que te puedo decir es Gracias, por que fue gracias a ti que aprendí a ser fuerte y valiente, que puedo hacer muchas cosas sin ti.

Todavía me da asco el humo de los autobuses, pero cada vez que me llega ese olor, me hace recordar que la vida sigue y que por más mierda que te sientas, siempre habrá alguien que nunca te soltará, que te debes aferrar a algo o alguien, y ese alguien fue mi mamá.

Esto es para ti, papá.

Gracias por dejarnos en esa central y por perdernos, por que fue por eso que mi mamá y yo nos encontramos, aún sigo aferrada a ella.

Fotografía: Stefano Majno